Halloween, esa fiesta teñida de sangre y disfrazada de bruja, no es santa de mi devoción por varios motivos: Uno, porque soy católico. Dos, porque soy español. Tres, porque me gusta la lengua y el origen de los términos, y “Halloween” viene de “All Hallow’s Eve”, que significa “Víspera de Todos los Santos”. Cuatro, porque me apasiona la historia, y esta fiesta fue creada para reemplazar las invocaciones de espíritus y sacrificios humanos de los pueblos celtas por una conmemoración de los mártires cristianos. Y cinco, porque me producen náusea las horteradas.
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