sábado, 15 de octubre de 2016

¿Cómo ser buena persona y dar su merecido a la gente perversa?


     Tras llevar cerca de un lustro sin escribir en este blog, saco la pluma del tintero para contar un cuento a mis pepolectores, con la intención de que las buenas personas, es decir, mis fans, pepoadictos o  pepovidentes dejen de estar encorsetados o atados de pies y manos ante la perversidad o inquina de alguna gente amargada.   

     Érase una vez un hombre llamado Don Bonachón, al que le hervía la sangre cada vez que sufría injusticia, pero al que su carácter pacífico, buenos modales e inteligencia para valorar las consecuencias de un exabrupto justiciero le impedían escupir fuego o sembrar la mala cosecha contra sus malhechores. Esto le sacaba de quicio, puesto que le generaba una impotencia enorme y rampante.  

     Don Bonachón, cuando era inquietado o molestado por alguien, bien, se quedaba de brazos cruzados y con cara de póquer, o bien,  lo máximo que hacía era manifestar a su rival su descontento vociferando en exclamación, berreando como si no hubiese un mañana, amedrentando, con la implacable fuerza de sus pulmones, a quienes desconocían los motivos o rencillas de sus contiendas, de tal modo que el pasmo o la estupefacción que dibujaban sus rostros siempre le hacían parecer culpable. 

     Un buen día, Don Bonachón, tras hacer acopio de la cohorte de injusticias sufridas, después de hilvanar las execrables victorias de sus enemigos y ver que si acometía alguna proeza para echar tierra sobre ellas, se le podía caer el mundo encima (e incluso, ser aplastado por el peso de la ley), decidió poner punto y final a este problema, el cual estaba agotando su paciencia hasta límites que no conocen órbita. 

      Después de meditar con contemplación y detenimiento, y tras consultar a gente ducha o avezada en solucionar esta clase de situaciones, llegó a la conclusión de que para quitarse el corsé de la impotencia frente a la gente malvada, lo que tenía que hacer era adquirir un estado anímico en virtud del cual casi ninguno de sus ataques le afectasen.

      También, se planteó que si nadie daba un escarmiento a esta clase de psicópatas sociales, la justicia, jamás, triunfaría. Ante este último planteamiento, le replicó un hombre sabio: “Esta clase de gente recibe su paga en esta vida o en la otra. Y por lo general, visitan la tumba sobre la que están, continuamente, cavando mientras están vivos”.  

     Finalmente, probó esta fórmula de que casi todo lo que la gente perversa le hiciese, le importase un comino, y se hizo fuerte, implacable, invencible, irreductible, pétreo frente a sus afrentas.  

      Al poco tiempo, llegó el 15 de octubre de 2016, día de Santa Teresa, fecha en la que Don Bonachón perfeccionó la lección aprendida tras escuchar, en Misa, las siguientes palabras de la citada e irrepetible mujer: “Nada te turbe; Nada te espante; Todo se pasa; Dios no se muda; La paciencia, todo lo alcanza; Quien a Dios tiene, nada le falta. Sólo Dios basta”.  

Moraleja: Te harás fuerte frente a tus enemigos cuando te dé igual lo que te hagan. Serás invencible al tiempo que alcances este estado de indolencia junto a la felicidad que Dios te da, la cual te lleva a despegarte de las cosas sin importancia, incluidos en las cosas sin relevancia los ataques de tus oponentes.  

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4 comentarios:

  1. ¡Fantástico, Ignacio! Cuando verbo y prosa se aúnan lo intangible se hace real y palpable. Y el mensaje... de lo más esclarecedor. Enhorabuena.

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  2. Magnifico artículo Pepo ! A tomar nota

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  3. Magnifico artículo Pepo ! A tomar nota

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