Más de uno se habrá preguntado
por qué Don Pepone es tan tierno, jovial, risueño, divertido y cómico en la
vida cotidiana y tan firme y contundente a la hora de defender sus
valores.
Esta incógnita queda despejada
por una magnífica, impecable y lapidaria frase cuya autoría se le atribuye al
Padre Reginald Garrigous-Lagrange, aunque no sé, a ciencia cierta, si fue
pronunciada por el susodicho. Esta incertidumbre no me impide suscribirla de
cabo a rabo, ni me lleva a dejar de utilizarla para resolver este misterio. La
misma dice así: "La Iglesia es intolerante en
los principios porque cree; Pero es tolerante en la práctica porque ama. Los
enemigos de la Iglesia son tolerantes en los principios porque no creen; Pero
son intolerantes en la práctica porque no aman".
Yo, como católico practicante,
soy tolerante en el trato porque amo al prójimo -de ahí mi ternura corderil y
arrolladora simpatía- e inamovible en los principios porque me los creo y
porque, al igual que Chesterton, pienso que quien no tiene unos valores
sólidos, acaba dejándose arrastrar por aquello que se llama moda. Por esto
último, mucha gente de convicciones escasamente firmes, de ideales delicuescentes,
se abandona a la manera de pensar que está de moda en cada momento, yendo de
una cosa en el presente y habiendo ido de otra 10, 20, 30, 40, 50, 60, 70, 80 ó
90 años atrás. Ejemplos sobran a mansalva, a raudales.
Jesucristo, también, se rigió por
este modus vivendi y operandi de tolerante en el trato e inamovible en sus
valores. Salió en defensa de una prostituta apedreada, pero no por ello dejó de
considerar pecado la prostitución. Perdonó e incluso, terminó beatificando al Buen Ladrón, sin que este gesto
significase que le pareciese bien robar. Amó a los fariseos, borrachos,
sodomitas, adúlteros y fornicarios, pero
eso no le impidió condenar, con el fuego eterno, el fariseísmo, las
borracheras, el ejercicio de la sodomía, el adulterio y la práctica de la
fornicación.
La falta de capacidad para
deslindar la simpatía en el trato y la firmeza en los principios lleva a los
medios de comunicación -o de manipulación- a malinterpretar al Papa Francisco y
a considerarle más heterodoxo que los anteriores sumos pontífices. Sus valores,
su Catecismo y su Fe en Dios son iguales que los del resto de los vicarios de
Cristo. Porque su carácter extrovertido y dicharachero le lleve a mostrarse más cercano con el
pueblo, no quiere decir que consienta los pecados del mismo. Que le estreche la mano a un homosexual, a un transexual, a un comunista, a un dictador o a tiburón de las finanzas, no significa que apruebe el matrimonio gay, el cambio de sexo, confundir caridad con socialismo, las dictaduras, ni el ultracapitalismo de los depredadores financieros.
En resumidas cuentas, para amar a y
llevarte bien con alguien, no hace falta acostarte con su ideología.
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