Hay comunistas tan osados y deslenguados que, bajo esa pantomima de “Jesús, el primer socialista” que rebasa los umbrales de la herejía, tienen el atrevimiento no sólo de predecir el voto de Dios Hijo, sino de
presumir que su papeleta sería de color
rojo o morado.
Desconozco si el Abad de Sieyes –eclesiástico y figura
clave de la laicista Revolución Francesa-
tuvo la frescura o la desfachatez de llegar a conclusiones tan lunáticas, pero
sí llegaron a tal grado de locuacidad los clérigos sillonistas de la Francia
revolucionaria al afirmar que la voz de Dios
se corresponde con la voluntad del pueblo, o sacerdotes como el Padre
Ángel al declarar, sin ambages ni circunloquios, que “Podemos es de Jesucristo”
(sólo le faltó decir que el Hijo de Dios Padre convirtió su melena en coleta y que los cinco panes y los dos
peces, en realidad, fueron hoces y porrillos).
Tampoco, excluyo a peperos
iluminados, exégetas protestantes y
telepredicadores de secta yanqui de la posibilidad de interpretar el voto de Jesucristo a su libérrimo antojo o albedrío.
Tras esto, me voy a aventurar a
opinar, sin ningún tipo de certeza (incertidumbre propia de una mera opinión), sobre algunas cosas que
podría decir Nuestro Señor en periodo
electoral. Valga la redundancia, digo: Sin un convencimiento absoluto de lo
que, a continuación, voy a escribir.
Desde mis cortas miras y humilde
punto de vista, intuyo que si preguntáramos a Jesucristo a quién votaría, nos diría que a nadie, puesto que
señalaría que los asuntos del Señor de las Alturas están por un lado y los de
los hombres, por otro, basándose en el clásico a Dios, lo que es de Dios y al César, lo que es del César.
Otra cosa que, dentro de mis
limitaciones intelectivas, pero con algo más de seguridad, imagino que podría
decir es que nos preocupemos más de extender la Buena Nueva y de acercar al
prójimo a Dios que de estabularnos y blandir las cimitarras en debates
políticos. “Más apostolado y menos mítines” sería un buen adagio, de estilo
bergogliano, para entender este mensaje, aforismo que me serviría de
autocrítica por mi acreditado derechismo exacerbado en los coloquios de salón (bien, en Mazarino, o bien, en Richelieu).
Con respecto a otras cuestiones,
como, por ejemplo, hacer cábalas o conjeturas sobre a quién nos recomendaría
votar el Hijo del Altísimo, no tengo
ni las agallas, ni la jeta, ni la soberbia, ni el animus laedendi suficientes
como para lanzarme a opinar sobre una posible respuesta. Prefiero dejarlo en
manos de Dios….
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