Si piensas que Hollywood es el centro mundial del
cine y la ficción, estás muy equivocado. El surrealismo y el teatro están mucho
más presentes en las playas españolas. El espectro de sujetos que acumulan no
cabe en la pantalla de una sala y la variedad de estereotipos, tampoco. De
hecho, aquellos personajes de película que revientan taquillas por su éxito
siempre te los puedes encontrar entre chiringuitos y sombrillas. A todos ellos,
los he clasificado en cuatro clases de españoles llamativos que te encuentras
en los núcleos costeros. Las categorías son las siguientes:
-El Torrente: El policía corrupto que lleva dentro Santiago Segura
no es patrimonio exclusivo del cine español.
Se trata del clásico macho ibérico con aspecto de
comisario corrosivo y recalcitrante, que luce sus michelines con orgullo y
altanería, que trasiega las cervezas del chiringuito como si fuese el
instigador de un motín y que abjura de esa cultura metrosexual que se extiende
por las playas de España como una mancha de aceite hirviendo o como las diez
plagas de Egipto.
-La impúdica:
Puedes ir al lugar más decente del solar patrio que de la nudista no te libras.
La mujer naturista, que exhibe sus pechos sin
pudor ni respeto, nunca falla. Da igual a qué playa vayas, siempre te
encontrarás a una, la cual, para colmo, no suele ser gozar de un atractivo
irresistible.
-El Hércules:
El guaperas de gimnasio y tabla de surf es un monstruo marino que sale del
cascarón en verano, que eclosiona cuando el radiante y refulgente sol asoma en
el horizonte.
No se sabe si es fruto de su belleza natural, del
rollo que se trae o de la conjunción de ambas cosas, pero las chicas siempre se
derriten por el calor que les desprende este sujeto.
Es chulo, metrosexual, fornido y habilidoso en
los deportes marítimos, aún después de la juerga del sábado noche. Estas son
las 4 cualidades que configuran la columna vertebral de este semidiós de los
ambientes costeros.
-El sheriff:
Siempre hay un hombre respetable que parece que está guardando el orden de la
playa. Es el clásico padre de familia con sombrilla, que trae su silla plegable
de casa para no manchar de arena su trasero, que cubre su frente y cabellera
con un sombrero refractario, mientras observa sentado y de reojo a sus retoños
con un ejemplar de ABC o de La Razón desplegado de un extremo a otro, bajo la
premisa de chinchar a o concitar ráfagas de ira en sus detractores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario